viernes, 30 de marzo de 2012

(con) versando con Alejandro Céspedes





No hacemos huelga porque no tenemos jefe ni patrón, ni siquiera un sueldo. Hacemos “con versando” por absoluta pasión y la pasión no entiende de huelgas. Quizá en ese sentido vamos un paso por delante, personalmente creo que no necesitamos una reforma laboral, sino una reforma integral y cuestionarnos más. Infinitamente más.

Charlar con Alejandro Céspedes en estos momentos de su trayectoria vital supone justamente eso, cuestionarse y sumergirse de su mano en la ontología de la propia existencia.

Pasamos una tarde estupenda y hablamos mucho. Irremediablemente, y a pesar de mi insistencia por volver sobre algún poemario anterior, “Topología de una página en blanco” nos ocupó de pleno.

Él es tan fascinante como encantador y por alguna extraña asociación de ideas, mientras charlábamos, a mí me venían a la mente unos versos de Neruda, concretamente de un poema de Residencia en la tierra que se titula “El desenterrado”: “y maderas nocturnas le rodean,/ y en él aún duermen palomas entreabiertas/ con ojos de cemento subterráneo”.

No está todo. Nunca está si acaso existe:


Os dejo el enlace de su página donde podéis descargar sus libros:


Alejandro, decirte gracias seguramente sea escaso, tú lo sabes, pero gracias, muchísimas gracias.


[en la foto: Eco (¿no es preciosa?)]

martes, 20 de marzo de 2012

balbucear
























balbucear las bestias
con la boca pintada de rojo,
incluso sin ninguna boca, transpirarlas
una a una:
la del vértigo oscuro,
la de la voz que busca el aliento,
la que respira y dice lo trémulo,
la que revienta,
la que baila desnuda y copula con algas

(por mi culpa, por mi grandísima culpa),

la que tiene serpientes entre los muslos,
la del álbum de fotos,
la de la sombra, sombra

(por mi culpa),

la que parió y cobarde casi amó,
la que murió de nieve,
la altiva, la imprecisa, la que obliga;

balbucear las bestias,
colocarlas de frente y, en silencio, atenderlas.
                                              

[foto: oprisco]

viernes, 16 de marzo de 2012

(con) versando con Carlos Salem




Si fuera un accidente geográfico, como decíamos en aquellos juegos  en los que sin saberlo ejercitábamos el arte de la metáfora, sería una catarata. Las palabras le fluyen en cascada y con esa caudalosa e intensa verticalidad conversa y escribe Carlos Salem.

Volvimos a los diablos azules porque Pilar no sólo acoge la poesía por la noche, también se implica y una vez más, con la mejor de las sonrisas, nos abrió las puertas por la mañana. Muchas gracias, Pilar.

Él, Carlos, a la hora de hacer poesía cree en la magia profunda y sencilla de las palabras. No necesita nenúfares ni alazanes para enfrentarse a los afectos y a la vida, simplemente oye el pulso del agua en los grifos de cada día y se deja llevar:


Si queréis seguir sus pasos:


Gracias, Carlos. Un millón de gracias por dejarnos espiarte, por tu cercanía, tu apasionada conversación y tus poemas.

martes, 13 de marzo de 2012

inminencia
























amarte con la voz fragmentada
por los lentos hinojos,
en el azul más grave,
saberte en otro día venidero
y aguardar
como la cicatriz que aguarda
un solo beso,

amarte con el alma fascinada
en la copa, en el verso y todavía         

(tocar, reconocer, palpar),

mientras en un orgasmo 
largo y suave
—tan suntuoso y húmedo
como mi pelvis cuando tensa—,
te camino
con la boca perdida en tus razones,
con mis dientes, mis uñas y mi piel,

empapada y herida,

amarte casi al límite,
                                   renacer.

[foto: extraída de la red]

domingo, 4 de marzo de 2012

Silencio

























Un poema no existe si no se oye, antes que su palabra, su silencio.
J.A.Valente


Lo escucho. Ya hace días que lo escucho
como un rumor de estaño desvalido,
como un trote sagrado,
como lengua estrenada apenas.
De tal modo lo escucho,
que me muere de rojo;
me persigue
por el vino y la noche,
en la médula,
luchando con sus propias leyes
en la piel y los párpados.
Me acusa. Me atosiga
a golpes, a fragmentos, a mordiscos,

sobre todo lo escucho en el vano intento
de expulsar la alimaña
que, solitaria y sin testigos,
devora (despacito),
esa paloma hereje que huye y no se atreve.
                                                                                
Lo escucho. Ya hace días que lo escucho.


[foto: yanire fernández]

viernes, 2 de marzo de 2012

(con) versando con Cecilia Quílez




Creer que se puede explicar la intimidad del proceso de escritura (especialmente en poesía) es un error, ni siquiera el propio autor puede.  Sin embargo el gesto, la voz y la mirada complementan de alguna forma los versos. Eso es precisamente lo que sucede cuando te acercas a Cecilia Quílez, al menos a mí me ocurrió. Transmite serenidad, familiaridad, cercanía y hogar.

Ella transforma los acontecimientos en experiencias y viceversa. Y además lo hace con una poesía que envuelve con su carga de imágenes y su simbolismo. Su particular enfoque escruta el interior y aún cuando conversa parece estar pensando más allá, como sumergida en otras profundidades.

Estuvimos en su casa, en una preciosa terraza con Gabriel (su perro), un vino y sus poemas:



En su blog un poco más de ella:



Gracias, Cecilia, por permitir esta pequeña invasión en tu universo. Fue un placer disfrutarte y escucharte. Muchísimas gracias.

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